domingo, 21 de febrero de 2010

EL TÉ DE LAS CINCO

Es domingo. Nieva en la calle y cada vez tengo más claro que odio el invierno. Un té, unas pastas y una tertulia en torno a una mesa. Sólo eso puede hacerme dar cuenta de la utilidad del frío. Siempre se habla mejor con una taza en la mano, o con una copa de vino, una caña o un vermú. Y, sobre todo, con gente alrededor que escuche y alimente la conversación con sus ideas. Interacción, esa es la comunicación humana. Eso es lo que me enseñaron ya hace muchos años en la Facultad de Periodismo. Y eso es lo que intento siempre: dialogar. A través de mis libros y en los encuentros en los colegios. Contar mi porqué y, a través de las miradas, de los comentarios de los otros, redescubrir mis porqués. Y, por descontado, eso es lo que quiero hacer en este blog que inauguro hoy, y al que -a pesar de todas las dudas que tengo- quisiera serle fiel. Me comprometo a intentarlo, pero necesito vuestra ayuda para que no muera. Por favor.
Estoy leyendo mucho, por trabajo. Y estoy tratando de arañar algo de tiempo para comenzar un nuevo libro, creo que ya ha llegado el momento. A pesar de que espero la salida de dos en este año, y todavía hay otros dos que tratan de abrirse camino sin haberlo conseguido aún. Pero un lector que me escribe de vez en cuando me pidió nuevas obras, y también yo me las estoy pidiendo a mí misma. Hay una idea que está creciendo en mi cabeza... En principio era para un cuento corto, pero se está haciendo más y más grande, y ya no voy a poder encerrarla en un álbum de pocas páginas. Estaría aprisionada y yo quiero que nazca en libertad. Si nace ya mayor de edad qué le vamos a hacer. Que así sea. Será que estaba escrito.