viernes, 31 de diciembre de 2010

PARADOJA

En este último día del año, no hablo de nada nuevo. Sólo de algo que yo todavía no había tocado. Y es que, por más que lo pienso, no lo entiendo. ¿Por qué es tan difícil comprender que los creadores también tenemos derecho, como todo hijo de vecino, a vivir de nuestro trabajo, a cobrar por la labor que realizamos? Cada vez que sale el famoso tema de conversación con los amigos que no tienen nada que ver con el sector, noto que me miran con escepticismo, noto que no hablan más por no levantar ampollas; pero si pudieran, si se sintieran libres, si no tuvieran enfrente a una "autora", entonces entrarían a saco, como todos los demás ajenos a este mundo. Nadie se cuestiona pagar en el supermercado, tras comprar los alimentos que va a comerse, y sabe que el dinero que deja en la caja no es sólo para la cadena de alimentación, sino también para los mayoristas, para las fábricas de envasado, para las granjas, para los agricultores... Y lo mismo sucede con el fontanero que viene a arreglarnos el grifo de la cocina, con el notario con el que firmamos la compra de una casa, con el estudiante que viene a dar clases de matemáticas a nuestro hijo... Entonces, ¿por qué no los escritores, los músicos, los cineastas? Son profesiones que tienen ya mucho de lanzarse al vacío. Cuando un escritor crea una novela, no cobra nada -a pesar de que suele estar más tiempo que lo que ocupa una jornada laboral trabajando en ella- hasta que consigue publicarla y, sobre todo, que consigue venderla. Los escritores estamos cobrando ahora por obras que escribimos hace años, pero no por lo que "producimos" en la actualidad; es siempre una inversión de tiempo y de dinero que casi nunca sabemos si rentabilizaremos algún día. Bien, pues algo en principio tan lógico resulta dificilísimo de aceptar y nos hemos convertido en una especie de monstruos peseteros que quieren comerciar con la cultura, patrimonio de todos. Eso es la libertad, la democracia, dicen, disfrutar gratis de la obra de los demás, reírse con las películas de humor, emocionarse con las que hablan de sentimientos, dejarse llevar con la lectura, bailar al ritmo de la música y enamorarse con las baladas, ser un poco más feliz gracias a la imaginación y a la belleza, pero no soltar ni un duro por ello. ¿No se le llama a eso "aprovecharse del otro"? ¿Y no llegará un momento en que los creadores, de seguir así, tendrán que cerrar sus despachos y reciclarse en otras profesiones? ¿Y no sería eso una pérdida importante, no sólo para nosotros, sino para toda la humanidad?